El concepto de delirio

Abril 2020

Nota del autor: Una precisión técnica a efectos del entendimiento del lector: el siguiente texto trata sobre el delirio, y ha sido escrito escrito simulando una mente que, a su vez, delira mientras piensa sobre el delirio. Lo digo para no suscitar la preocupación por la salud mental de quien esto escribe. Pues hay mucha especulación. Me veo obligado a matizar aquí, por si no había quedado claro, que este diario también es un juego


Me extravié al salir a comprar el pan. Pido perdón por ello. Ayer al mediodía caminé algunas manzanas de más. En todo momento acompañado por una bolsa del supermercado y muy atento a los coches de policía que transitaban; así como atento, a su vez, a otros individuos que, con mascarilla, como yo, portaban sus propias bolsas de supermercado, a su vez, o a sus perros de compañía, incluso, en torno a la manzana, seguramente en otra manzana, muy lejos ya, y en secreto, de la manzana original de la que procedían, seguramente, digo, como yo. De manzana en manzana desplazados todos pero manteniendo las distancias: mirada severa, sospecha constante, por lo tanto, en nuestro desplazamiento. Imposible quedarse parado sin causar revuelo de alguna forma: lo estatuario, lo contemplativo con aspecto de columna o espaguetti, son cosas imposibles, por decirlo así, de pensar: detenerse a mirar un detalle en el cielo, un cartel publicitario en la farola, es imposible. Por lo menos sin ser acusado de cualquier cosa por ello, prácticamente de todas las cosas por ello, en cualquier momento, por ello. 

El extravío me llevó a pasar muy cerca de la casa en la que viví hace dos años. La contemplé por fuera sin detenerme y pensé Tiene el aspecto de prisión. Luego consideré Pero dentro hay por lo menos tres seres vivos a los que quiero. Pero tiene aspecto de prisión, iba diciéndome mientras bajaba, de una manzana a otra, ya decidido a ir mucho más allá de la violación de toda ley y a encadenar manzanas, una tras otra, con la bolsa de supermercado, hasta llegar al mar, manzana tras manzana, o hasta llegar a la cima del Castillo de Montjuich, en el caso de que hubiera suficientes manzanas encadenadas que me condujeran hasta el castillo, para rendirle homenaje al muro acribillado por las balas en el que fue fusilado Companys, al muro itself: a la roca descompuesta y a sus orificios cóncavos. Lugar de polarización endocrónica negativa.

muro montjuich

El delirio es lo que quiero enfrentar hoy. Como ejemplo manifiesto del holomovimiento y como otra posibilidad que arroje luz sobre el pensamiento paradójico (dos entradas teóricas introductorias: Astrología y Geometría del amor). Puerta de acceso, portal secreto: arcano tránsito que, en la destrucción, puede construir. A su vez, esta entrada lleva a la primera entrada del diario, donde tratábamos otro mecanismo de defensa de la mente con el que tiene relación, la forclusión

Qué es delirar

Pero para llegar a eso hemos de seguir un recorrido. DE, partícula que señala alejamiento, LIRA, surco, zanja por la que pasa el agua canalizada (esto lo añado yo). Como describe esta entrada italiana de diccionario, Delirar: originalmente "Salir del surco, salir del camino de la razón". Se añaden los términos Vaneggiare (vagar con la mente en pensamientos que no tienen contacto con la realidad), Farneticare (hablar de forma confusa y sin sentido debido a la fiebre).

delirare

La palabra hace milenios que existe y se maneja, pero quiero fijarme en las conceptualizaciones del siglo XX, que la precisan en varias direcciones. Kraepelin utiliza el término delirio a principios de 1900 en relación a la Parafrenia, un tipo de psicosis que no implica el deterioro intelectual (dementia praecox), sino que más bien lleva a la presencia masiva de lo fabulado en la mente del sujeto, de lo alucinado

Empecemos por diferenciar los rasgos que pueden caracterizar el delirio, frente a la demencia. (El dibujo que ubico a continuación es una muestra de los materiales añadidos - multimedia, hechos por mí, que encontraréis en Patreon para cada entrada. En esta entrada, algunos materiales extra de muestra son gratuitos.)

delirio demencia

En Introducción al Narcisismo, Freud se sirve del término delirio en referencia al grupo paranoia - esquizofrenia. La Paranoia también termina por fijarse como un tipo de psicosis crónica cuyo principal rasgo es el delirio sistematizado, el pensamiento injustificadamente distorsionado hacia alguien, o algo, por encima de la capacidad de raciocinio del sujeto. Un tipo de psicosis crónica, sin deterioro de las funciones mentales (este elemento es importante retenerlo).

Una función muy común de la paranoia, según muestra un registro amplio de clínica y según observé que certificaban los 8 psicólogos con historia clínica con los que estudiaba hace unos meses, es su función de defensa contra la homosexualidad en el sujeto. 

En quien delira, pensar es exactamente lo mismo que representar. Aquello que se delira, para quien delira, es verdad de una forma absoluta, como puede ser verdad, en medio del día, decir que es el sol el que nos ilumina. Parece a todas luces irrefutable. El delirio, según el psicoanálisis, es un mecanismo de defensa de la mente del sujeto para tratar de mantener la integridad de un yo que se ve en peligro de descomposición, casi siempre debido al trauma.  Juicio y percepción quedan disociados, y el delirio se instala como una especie de pegote en el trato del sujeto con la realidad, para soportar lo irrepresentable. Se sabe que lo que ocurre aquí es la caída de una identificación fundamental: "padre".

Sandor Ferenczi hace una reflexión importante al respecto del delirio paranoico en su artículo de 1914 Algunas observaciones clínicas sobre la paranoia y la parafrenia. Pero primero: dos casos clínicos.

Dos casos clínicos de delirio paranoide en Sandor Ferenczi

Caso 1: Según su hermana, A., joven artista, había estado comportándose raro últimamente. Parecía tener algún tipo de hipocondría, pues tras haber leído un texto sobre el tratamiento de las tuberculosis con suero, A. no dejaba de observarse obsesivamente a sí mismo. Se hacía analizar la orina, la saliva, y aunque siempre daba negativo nada impidió que A., por sus cojones, como se suele decir, empezara un tratamiento de suero contra la tuberculosis. Tuberculosis que no tenía, claro. La hermana, figura importante del caso, le pasó a Ferenczi las notas de un médico que había observado a A. de forma superficial, en las que se destilaba la conducta rigurosa y obsesiva de A. Según parece, A. había leído también un libro sobre filosofía de la naturaleza de Ostwald y se había convertido en un obseso del orden: empezó a imponerse rigurosos horarios y reglas que de una forma limitaban y enconsertaban toda su conducta diaria normal hasta hacerla aparecer rara o anómala a los ojos de su familia. Además, A. empezó a desarrollar al poco tiempo de esta hipocondría síntomas de parestesia en las piernas y momentos de bloqueo afines con la catatonia. Se reveló, además, a raíz de los cuidados, una súbita pulsión sexual incestuosa hacia la hermana que, en la medida en que se cumplía simbólicamente (cuando ella lo atendía), los síntomas remitían. 

Caso 2: B., paciente de Ferenczi de gran inteligencia y dotes poéticas, había sido diagnosticado como un megalómano con complejos de persecución que conseguía contener y dominar a duras penas para mantener su vida psíquica normal. Al parecer, en el trabajo sus compañeros acostumbraban a hacer bromas con B., poniéndolo en situaciones penosas. Según B., lo hacían porque sentían envidia de su inteligencia. ¿Qué situaciones penosas? No acababa de describirlas: parecía más bien la típica distancia desdeñosa entre jefes y empleados, y no más. Ante tal sentimiento de desdeño, B. buscaba en su compañero y jefes defectos con los que ensañaba de forma obsesiva. Al avanzar la terapia, esos otros empleados y jefes, según B., ya no lo desdeñaban, sino que directamente lo odiaban, deseaban su fracaso, conspiraban contra él.

Pero, ¿era eso cierto? Veamos qué pasó en el curso del análisis. Y recordemos que en esa época no había una clínica clara, ni una teoría del todo sólida, acerca de qué estaba ocurriendo. Ferenczi necesitó tiempo para comprender, por ejemplo, el vínculo entre la paranoia y la homosexualidad que he mencionado antes. Saquémoslo a la luz aquí y démosle forma a esta extraña, a priori, idea (el vínculo paranoia - homosexualidad). 

En un momento dado de la terapia ocurrieron dos cosas: B. explotó en su trabajo fruto de la paranoia y atacó físicamente a uno de sus jefes. Al mismo tiempo, se obsesionó con un escrito del propio Ferenczi, precisamente un ensayo sobre paranoia y homosexualidad. Fue él mismo quien empezó a pensar la relación de su propio delirio con una hipotética homosexualidad. Algo se desencadenó y enlazar ambas cosas, como muestra toda la literatura clínica disponible, permitió que el paciente pudiera integrar en sí su homosexualidad latente (no hablamos aquí de curar eliminando o añadiendo. El verbo que debemos usar todo el tiempo es integrar -en el self).

ferenczi sexo y psicoanálisis
la paranoia segun el psicoanalisis

Lo que es común a ambos casos comunicados (aparte de la homosexualidad latente demostrable en todo caso de paranoia y parafrenia, tema que no discutiré en detalle aquí), es que ambos arrojan luz sobre el papel que juega la paranoia en la construcción de sistemas delirantes. El paciente A. enfermó al adoptar en bloque un sistema filosófico ya construido (la filosofía de la naturaleza de Ostwald), en lugar de tomarse el trabajo de construir uno propio. Los sistemas filosóficos que tratan de explicar racionalmente todo el orden del mundo y que no dejan lugar para lo irracional (es decir, para aquello que aún no es explicable) han sido comparados con los sistemas delirantes paranoicos. Estos sistemas llenan excelentemente las necesidades de los paranoicos, cuyos síntomas surgen del impulso de explicar racionalmente mediante el orden externo del mundo, sus propias tendencias interiores irracionales. También puede verse claramente cómo el sistema adoptado es utilizado cada vez más para racionalizar los propios deseos del paciente egocéntricos y reprimidos (no hacer nada, deseos incestuosos respecto de la hermana).

Me llama la atención la idea de los sistemas. No en vano, adoptamos sistemas flotantes sin cesar, que a su vez son un sistema unitario (el conjunto de conjuntos, ¿es un conjunto en sí mismo?). Yo puedo adoptar el hipotético sistema del discurso de izquierdas. Puedo adoptar el sistema del coronavirus desde tal o cual perspectiva (sanitaria, conspiranoica, empresarial). Puedo en principio manejarme sin contradicción en el sistema del poliamor y el del fascismo al mismo tiempo, si lo quisiera. La adopción o refracción por identificación es constante. La clave es que uno no escoge, propiamente, sino que es escogido. 

En el mundo ilustrado del lenguaje secuencial uno no se afilia a un sistema, aunque lo parezca. Es el sistema que se afilia a uno, dándole forma. De ser otro el movimiento habría consciencia cuando se cambia de sistema. Y sin embargo, no creo que haya consciencia cuando se cambia de sistema. El nuevo sistema (nuestro cambio de posición), en la consciencia, se notifica a posteriori de su adquisición. Un detalle relevante: aquello que constituye un sistema delirante tiene un sólo elemento distintivo: el sistema delirante es siempre un sistema único, personal e intransferible que no acepta ningún status quo en el espacio de la relación. Es interior. Es fuerza centrípeta. Que eso sea deformante o no, mala cosa patológica, el extremo aislamiento del Yo que supone el delirio, es lo que tenemos que aclarar. El misterio que encierra el concepto de delirio, que vamos tanteando. No tanto su mecánica, sino su función. Cómo viene desde fuera, en tanto que verdad oculta, para mostrarnos lo que es interior. 

El yo es una conjunción de imágenes devueltas por el otro

Si nos fijamos en el esquema del delirio paranoide, que he ubicado arriba, salta a la luz que tiene una clara relación con el dibujo conceptual de lo que Lacan consideraba que era, en definitiva, el yo. ¿No trata sólo y exclusivamente este diario de esa cosa imaginada que es el yo? ¿Qué cosas, dichas aquí, son verdad: cuáles ficción, cuáles autoengaño o cuáles fría descripción?

esquema lacan delirio

La visión de Lacan muestra que la integridad de uno mismo es construida. No hay, en este esquema, ningún punto fijo que realmente sea el yo. Si el yo aparece dibujado es precisamente porque el dibujo crea la ilusión de congelamiento en el dinamismo (por eso dibujar es altamente terapéutico, opino). Según este dibujo, si lo bajamos a la realidad de nuestra percepción (ahora mismo, la mía), el yo como forma no puede ser más que un aura o halo. El yo está así conformado por la idea de uno mismo en la propia consciencia, y esta idea es tan sólo un agregado de las ideas de todos los demás. Y además, es un objeto borroso sin límites; es decir: propiamente no es un objeto, sino, si acaso, un agregado de objetos (que tampoco lo creo viable). Y dicho objeto difuso se ubica en mi figura por convención, porque es mirado por el otro, porque hay un otro.

El delirio es una rara fijación conceptual que representa en sí misma el holomovimiento.  Y el pensamiento paradójico que es posible interiorizar y adoptar. Siempre hay delirio, pero cuando hay lo que se conoce en la palabra y la ciencia psiquiátrica como delirio, se da una polarización (aquí otro artículo sobre otro tipo de polarizaciones afines: las deflagraciones psíquicas), una intensidad, una fuerza. Y hay transformación con mayor intensidad de los estados de la materia que conforman el objeto ideal que llamamos yo. Con el delirio se fuerza el cambio en el ser.

El delirio en psiquiatría y en psicoanálisis

Esto que digo tiene coherencia con un dato curioso: el delirio es teorizado y enfrentado de formas opuestas, si adoptamos el camino teórico del psicoanálisis, o bien si adoptamos el camino del DSM

La diferencia radica en cómo se enfrenta el síntoma. Lo cual nos dice mucho de "a qué modo de pensamiento" pertenecen el Psicoanálisis y el DSM. El primero pertenece al campo del holopensamiento. El segundo, al campo obsoleto de pensamiento secuencial. 

La curación en el DSM implica la supresión del síntoma. Es obvio y manifiesto que, en muchos caso de patología mental, es necesaria la supresión del síntoma para que una persona pueda existir de forma mínimamente funcional. Pero, ¿hasta qué punto? ¿Tiene la persona deprimida que tomar antidepresivos para ocultar el síntoma?

El psicoanálisis, al contrario, trabaja con el síntoma. 

¿Por qué esta diferencia? A mi juicio, porque el pensamiento psiquiátrico relacionado con el DSM está vinculado al modo de pensamiento obsoleto que denuncio: el pensamiento secuencial. Donde el individuo es algo identificable y enconsertable de acuerdo con una serie de patrones que lo definen, en objetos cerrados. Y donde el individuo, necesariamente, se enfrenta todo el tiempo a una imagen solidificada de "lo que debería ser un individuo", lo normal, dictado por la lógica capitalista. 

En cambio, el pensamiento psicoanalítico es una forma primitiva de holopensamiento. Primitiva porque se expresa en palabras, pero tensiona y da importancia a dos elementos: la falsedad de toda generalización, y la posibilidad sinestésica de la imagen poética (aquí un artículo sobre Lacan, el lenguaje y el algoritmo de búsqueda de Google que arroja luz sobre el poder del lenguaje poético desde otra perspectiva). El psicoanálisis piensa: el delirio no es una anomalía que debe normalizarse. Sino una tensión desligada del ser. Una energía que se ha salido del campo y que hay que reintegrar en el campo (campo conceptual que es el objeto hipotético, determinado por el otro a través, que es el yo; es decir: el yo no es nada ni sólido ni materializable dentro de un perímetro).

Por este motivo, cuando consulté a algunos amigos psicoanalistas ante la posibilidad de que empezara a tomar ISRS -inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina- mostraron cierta reserva. En la medida en que, dijeron, tu pulsión patológica perderá su fuerza. Es decir, perderás contacto con aquello que está fuera de tu campo. Y será más difícil integrarlo. 

Ahora, meses después de haber combinado la toma de ISRS -por supuesto, con seguimiento médico, no estoy sugiriendo aquí en ningún caso y nunca automedicaciones raras- con el psicoanálisis, el holopensamiento obtiene otra prueba de su superior fuerza al demostrarse que, efectivamente, ni una cosa ni otra: la combinación de ambas aproximaciones (atenuar el síntoma sin hacerlo desaparecer -esto es importante- con trabajar a partir del síntoma) son compatibles.

El isomorfismo delirio - luz

Concepto hermético: En el delirio, el otro juega exactamente el mismo papel de superposición de estados que la luz juega para el estudioso que trata de explicarla en palabras.

Abajo lo muestro en un dibujo to' loco que hecho para tratar de explicarme. Disponible en Patreon. Aquí lo explico con palabras. Esta intuición es parecida (aunque lógicamente no es tan trascendental) a la intuición que permitió a Einstein enlazar el concepto de aceleración con su Teoría de la Relatividad General. Aquí queremos establecer un vínculo entre delirio y luz. Fijémonos: la luz, conceptualmente, puede pensarse de dos maneras, como corpúsculo y como onda. La luz, al mismo tiempo, según el tipo de observación que se adopte, es onda y corpúsculo. Es las dos cosas, pero para quien observa, cuando observa, solo puede verla de una de las dos formas. El estado superpuesto es contemporáneo, pero no percibible por nosotros en su multiplicidad instantánea.

Las aproximaciones teóricas al delirio a través de la psiquiatría y el psicoanálsis, debido a su propia arquitectura, muestran un isomorfismo. Según cómo conceptualicemos el delirio (como patología, o bien como mecanismo de defensa patológico, que no es en lo mismo) tenemos dos caminos completamente distintos. Según el camino del DSM / Psiquiatría, el delirio debería ser algo a suprimir en tanto que patología. Con la supresión y control del delirio, se recupera la salud. El psicoanálisis considera la supresión inútil. Puesto que es un mecanismo de defensa, el delirio es precisamente la principal fuente de datos de que dispone el paciente para su sanación (que no es lo mismo que vuelta la normalidad productiva). Cuando el paciente puede ver su delirio desde fuera, a través de los ojos del analista, puede empezar a comprender el origen de sus problemas, y solucionarlos.

Entonces: ¿es patología o es mecanismo de defensa?  Nuestra teoría nos dice que lo que ocurre aquí es que sencillamente se ponen al mismo nivel dos sistemas de pensamiento distinto. Si se ponen al mismo nivel cuando se comparan es porque ambos se expresan con el lenguaje hablado. Sin embargo, el pensamiento del DSM es el pensamiento de las categorizaciones, exclusiones y linealidades. El pensamiento del Psicoanálisis (y por eso resulta ridículo establecer un método científico para validarlo o no) es una puesta torpe en palabras de un modo de pensamiento propio del holomovimiento (no hay separación, no hay categorización. Hay campos superpuestos en continua influencia, y la matriz tiempo es ilusoria, y la matriz espacio también). Lo mismo ocurre con el pensamiento astrológico. Ambos son puestas en escena, con palabras, de formas conceptuales inexpresables con palabras, o universalizables más allá del arquetipo, que siempre es difuso.

delirio minimum

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El amor y el odio en el delirio

¿Qué pasa, de acuerdo con todo esto, cuando uno ama de forma narcisista, o bien odia? Me refiero a amor y odio con toda la fuerza del pathos. Aquel que se asimila al amor romántico, por ejemplo, o al concepto mismo de enamoramiento (que no es lo mismo que amor en toda su amplitud y profundidad). 

Parece obvio, a tenor de lo dicho, que enamoramiento y odio son dos formas consentidas, en nuestra sociedad, de delirio. Sobre todo la segunda, odio, porque la primera empieza a verse como patología (en correlación con la idea de posesión). Pero ambas son teóricamente patología.

El enamorado lo único que realiza es una identificación proyectiva no pretendida con el enamorado. Mayor, cuanto mayor sea el grado de narcisismo del sujeto. De tal manera que grandes partes del enamorado pasan a ser simbólicamente parte de uno, y viceversa, sin duda, hasta un punto en que se puede decir que, una parte del enamorado es parte de uno, no siendo el enamorado mismo, nada, y viceversa. Todo un gran y delicioso delirio.

La Identificación proyectiva consiste en la atribución y percepción en el objeto, de rasgos que en realidad pertenecen al propio sujeto. 

Curioso fenómeno de inter-penetración de objetos, por identificación (superposición de campo), que también examiné, en referencia a las bicicletas (sí, las bicicletas), en este artículo experimental.

Me centro en el amor narcisista porque se sabe que hay diferentes tipos niveles de identificación según el grado de desarrollo del sujeto. El propio Ferenczi, siguiendo a Freud, diferencia la identificación que se produce en la etapa oral, en la que el niño quiere incorporar devorando el objeto de amor y otra modalidad de identificación que requiere un mayor desarrollo del yo, denominada identificación imaginaria, que se produce tras la etapa del narcisismo, y que sirve de puente a la relación de objeto (la relación que podríamos denominar, en la gradación, como madura). Lo importante es que hay muchos adultos, muchísimos fijados en etapas primitivas de identificación con el objeto. (De ahí los amores narcisistas que yo mismo he vivido: fallidos arcos de drama, pero también transformación: ahí voy).

Ahora tomemos el odio. El tránsito del enamoramiento narcisista al odio es inviolable (a menos que exista una fuerte represión, o peor, forclusión) puesto que las identificaciones han sido masivas y, naturalmente, el objeto que es el otro no ha sido contemplado propiamente. Así, si el otro rompe la relación, quien está bajo la enfermedad del amor narcisista tiene que lidiar de pronto con la caída de múltiples identificaciones. Hay peligro de caer en la melancolía por pérdida de objeto. Hay peligro incluso de escisión del ser, debido a lo duro que es para un adulto narciso soportar tal desgajamiento, el amputamiento (es el símbolo representativo, que se sueña) del vínculo colgante que era su delirio de enamorado. También puede ocurrir, que de los dos enamorados narciso  uno empiece a ver a través de su propio delirio, y descubra que el otro no es quien creía que era, y que entonces sienta que se desenamora cuando, con las mismas palabras, lo que está ocurriendo es la frustración y caída lenta, inexorable, de sus identificaciones. Lo que está ocurriendo es la curación, precisamente, del delirio en el que estaba inmerso. Pero en virtud de su narcisismo, que sólo es capaz de amar imágenes proyectivas de sí mismo: no puede soportar encontrar a un otro distinto de lo que creía. E impredecible.

El odio entra en juego en los compases finales de la caída de las identificaciones, específicamente en los sujetos que se han tenido que ver obligados a renunciar a ella de golpe (tu pareja te deja de un día para otro). Pero no deja de ser un contrabalanceo proyectivo. 

Así que cuando se habla de acabar con el amor romántico, no hay que ser reduccionistas: hay que empezar hablando de acabar con el odio (cosa que no se observa, observo).

No habrá integración del self ni superación del narcisismo si primero no hay lucha interior. El velo es el delirio y el delirio existe desde el principio en múltiples capas y sin cesar. Porque el Yo tan solo es un postulado, nunca dejará de haber capas, como ocurre, decía Heidegger, con la alcachofa.

alcachofa de heidegger

El pelamiento de la alcachofa puede prolongarse, pero no termina: no hay un momento preciso en el que se llega a su corazón. Cuando se está en el corazón mismo de la alcachofa, precisamente, no hay nada.

Anexo: Museo de tipos de delirio

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