Naturaleza y algoritmo: notas sobre patrones sincrónicos
Uno duda, ante todo, de la propia observación. Uno duda, a ser posible, de las propias creencias. Pero la investigación debe consignar esas matrices quizá emergidas del delirio. Y buscar en la repetición los puntos de apoyo de un argumento.
Desde hace tres años, cada mañana, debido a mi trabajo, repaso gráficos de tráfico en Google Analytics. Tengo webs propias y trabajo en una agencia con diversos clientes que requieren de un control diario del tráfico orgánico: qué ocurre en los resultados de búsqueda de Google. Si las evoluciones del algoritmo nos benefician, y si nos perjudican, por qué: buscamos soluciones estratégicas que gusten a los robots y a su perfeccionamiento.
Qué ocurre con los gráficos.
Cuando una página tiene suficiente volumen de tráfico se arman arcos armónicos en el tráfico semanal. Cada tipo de web arma su propio recorrido armónico. Las webs de gramática y literatura tienen el punto álgido los martes y el punto más bajo los sábados. Las webs de bebés y mamás tienen el lunes como día alto, y los fines de semana el punto bajo no es tan bajo:

El gráfico que vemos corresponde al nicho de mamás y bebés, y tiene un recorrido armónico alcista (un tráfico diario entre 45K y 51K usuarios). Mi trabajo consiste en buscar esos momentums alcistas y en evitar, claro, circunstancias bajistas. El motivo de que este gráfico no sea absolutamente armónico es doble: en la web se introducen muchos cambios tácticos que semanalmente cambian el posicionamiento, y desde el exterior los robots de Google cambian y pueden modificar de forma brusca una tendencia.
En algunos casos se introducen cambios en el algoritmo central, o alguna de sus partes, que pueden implicar una penalización sobre una web: algo deja de gustarle al algoritmo y hay que descubrir qué es. Aquí vemos una web penalizada doblemente por el Core update del 3 de junio y por un ataque procedente de India en torno al mes de julio. En la primera fecha el algoritmo central de Google evolucionó y mejoró sus capacidades. En la segunda un competidor realizó una acción de SEO negativo que perjudicó a la web en el posicionamiento general hasta provocar prácticamente su salida del tráfico orgánico de Google (de 40K usuarios diarios a 4k):

Al mirar cada día los gráficos uno perfecciona ciertas habilidades. Primero, la habilidad de observar una tendencia e inferir su momentum inercial. Es decir, veo un gráfico, y por la experiencia histórica de mirar gráficos a diario, siento el momentum inercial y sé cómo evolucionará a medio plazo. Esa observación es fina en la medida en que uno puede observar signos de debilidad incluso en un momento alcista. Cuando su sensibilidad se acostumbra por repetición a las anomalías. Segundo, la habilidad de identificar un cambio repentino de momentum sobre el gráfico, en el propio suceso del momentum. Encontrar, pues, lo que se define como “los acontecimientos” que cambian el rumbo de algo, en tiempo real.
Trataba de explicarle todo esto el otro día a mi psicoanalista para decirle que ahora mi delirio consiste en que, en momentos dados, sobre la vida misma y lejos de todo gráfico, siento las tendencias que me acercan y alejan de las personas, así como las tendencias alcistas que en verdad son bajistas, o los signos de debilidad correspondientes a un cambio de momentum. Quise expresarle que la observación detenida y las notas tomadas conducen a ideas relacionadas con el pensamiento mágico. Y sé que el pensamiento mágico en las personas es problemático en la medida que se relaciona con las neurosis.
Sin embargo observo de alguna forma, y siento cada vez más, cómo la realidad se pliega y despliega, o mejor, cómo la realidad fluye o de pronto empieza a hacerse viscosa, y cómo ese fluir o esa viscosidad anuncian la naturaleza de los momentos que llegarán respecto a un tema dado. El viernes pasado, hacia las once y media de la noche, decidí coger el metro para ir al aeropuerto de Barcelona. Me daba hasta placer emprender el viaje porque los convoyes de la L9 Sur son automáticos y uno puede sentarse en la parte frontal del túnel, que además está iluminado, y ver cómo avanza el tren.

Me había costado salir de casa. Ese mismo día había empezado el frío y la ducha ya no fue tan gustosa como antes. Estuve escuchando música porque no quería pasar mucho rato en el aeropuerto. Quería salir con el tiempo ajustado y llegar puntual. Estaba nervioso. En el tren, poca gente, y a medida que nos acercábamos al aeropuerto, menos. A las 00,20 levanté la cabeza y vi en una de las pantallas del vagón que el acceso al aeropuerto era restringido de noche. No podría pasar a menos que fuera empleado o tuviera una tarjeta de embarque. Así que una parada antes de llegar al aeropuerto, me vi obligado a bajar. La parada, Mas Blau. Hora, 00,25. Para llegar puntual debía llegar al aeropuerto a las 00,40. Consulté el móvil. Estaba a un kilómetro a pie pero el camino era impracticable. Miré a mi alrededor. El almacén gigante de Amazon:

Conocía ese lugar, el polígono Mas Blau, porque la página web de Mamás y bebés tenía su sede allí. No estaba completamente perdido. Lo que sí sabía es que allí no encontraría ningún taxi a esas horas. A las 00,30 me descargué Cabify y validé mi tarjeta. Al validar mi tarjeta se me informó de que debía esperar quince minutos para solicitar un vehículo.
La viscosidad.
En ese momento supe que llegaría tarde. También supe que, además de la tardanza, algo más iba a ir mal. Es la propia naturaleza del obstáculo y la viscosidad, la forma que adopta en los hechos, la que anuncia por el símbolo la naturaleza aproximada de lo que ocurrirá. La conformación de un momentum (siempre subjetivo e intransferible). Esa es una de sus extrañas paradojas, que todo momentum, a pesar de ser una exterioridad percibible por otras exterioridades en otras formas y sentidos de su arquitectura, es personal.
A los quince minutos solicité un vehículo. Cuando llegó eran las 00.45 y yo ya había enviado un mensaje que había sido recibido pero no contestado. Quizá, al llegar, ya no encontraría a nadie. La taxista, muy amable, me ofreció agua. También parecía sentir cierto placer al conducir, porque lo hacía con una suavidad y una lentitud a la que me abandoné sin rechistar: sabía que estaba en un momentum o cambio de tendencia, que alguna clase de evolución en el algoritmo central había ocurrido. Sabía que cuando llegara al aeropuerto ya no encontraría a nadie. Y que cuando lo encontrara, empezaría alguna clase de extraña penalización. Y llegaría un nuevo final. Cosa que ocurrió. Lo curioso, el colofón, es que todo sucedió en el mismo momento en que Google lanzaba una actualización de su algoritmo central (November Core Update) que provocó al mismo tiempo la caída, esa noche, de alguna de mis webs personales. Datos agregados propios muestran cómo, en algunas secciones semánticas, la nueva actualización era, a su vez, un rollback, una vuelta atrás, un ascenso hacia el hueso duro del principio: a la actualización del 27 de septiembre con la introducción de la red neural BERT. Momento que coincidió, en mi vida, con algunas novedades.
Yo lo llamo la disciplina de aprender a sentir lo que florece y perece, antes de que lo haga. No se puede adivinar la manera en que lo hará, pero sí que ocurrirá una cosa, otra, o ninguna. Cuando se consigue fluir. Si se consigue fluir. Porque la teoría dice también, aunque eso es materia para otro capítulo, que el constructor de las tendencias exteriores es sólo y únicamente uno mismo.