Las variantes a una dedicatoria: Joan Sebastià Arbó

Relato - ficción - ensayo acerca de las variaciones en las dedicatorias "a mi madre" en la obra del escritor Joan Sebastià Arbó. Estudio pseudolacaniano publicado por Los Cinco Delfines y presentado de forma performática en Barcelona y Marruecos, 2018.

La palabra no es algo que os hayan dado sin traspasaros al mismo tiempo.
Jacques Lacan

I

Abrí los ojos y vi una boca. Mira, dijo, espectral, mausoléica, apenas dos labios prefigurados tras una saliva que caía como una sagrada cascada sobre la almohada, Venimos siguiéndote desde hace un tiempo, escritorzuelo. Hemos leído tus textos de internet. 

¿Pero quién es usted y cómo ha entrado? 

Traté de extraer las manos del interior de las sábanas y zafarme de ese hombre.

¿Quién demonios es usted? 

Era más fuerte que yo. Con una crepusculosa mano me apretó contra el cojín:

Escúchame bien: soy un mensajero.

Inmerso parcialmente en la almohada, lo miré sin decir palabra.  

Un fan tuyo, si es que tal cosa existe, me ha contratado para transmitirle un mensaje y un encargo, dijo. 

Pe… pero a qué viene to, dije, y la presión se incrementó: eso no le había gustado.

A mi cliente le gusta lo que escribes. Tus artículos de Internet le parecen muy bien. Está suscrito y se enoja si no publicas nada porque te has ido de vacaciones. Pero ha pasado el tiempo y empiezas a repetirte, y mi jefe empieza a estar harto de tanto coqueteo, de tanta diletancia, pérdida de tiempo en lo que escribes, y ha dicho que eres indigno de llamarte escritor. Este lector tuyo, consumido entre los jugos del fraseo barroco que muy pocas veces le ofreces, ahora quiere más. Su mensaje: “Quiero más. Más profundidad, más indagación, más respuestas. La propia inquietud me inquieta”. El arte que alcanzas no basta para la exigencia libidinal de mi cliente: aquello que crees que has alcanzado es inútil, tú no vales nada, y, oh, este hombre tiene el poder de exigirte ahora y por qué sí: más, concluyó el esbirro transmitiendo tal intensidad de la palabra a tales músculos de la mano que atormentaba mi cuello. 

¿De dónde sale ese poder? A mi nadie me paga por escribir, acerté a decir.

Titubeó antes de responder, en esos ojos de negras pupilas centelleó un resto de juglaría.

Para empezar, de mis manos.

Tuvo que sumergirme en alguna especie de éter o droga, porque me colocó sobre la cara una gasa que portaba en la mano izquierda y en ese momento algo se disgregó de mi consciencia y vi, por un instante, más allá del reino de las ficciones simbólicas una masa negra y putrefacta en el interior de la boca de ese hombre, y la masa empezaba a extenderse por su barba cuando quedé dormido.

Desperté sentado ante un escritorio. Delante de mí: once papeles fotocopiados, un libro -Terres de l’Ebre- y, a la derecha, un teclado y una pantalla con un procesador de textos encendido. Apoyado contra el marco de la pantalla, un sobre. Lo abrí cuidadosamente con una navaja de marfil que por algún motivo también formaba parte del ajuar. Las paredes de la habitación: desnudas y de hormigón, un archivador; el escritorio estaba situado en medio y yo atado ante él. En el interior del sobre, una nota:

«Terres de l’Ebre, novela reescrita y reeditada siete veces por Joan Arbó, misterioso escritor catalán, cuenta con otras cuatro auto-traducciones creativas al castellano. Es, pues, una de las pocas novelas autoevolutivas que existen. En las reescrituras se introducían cambios de estilo, de ritmo, de pasajes. Y también, lo más extraño y misterioso para mí, se introdujeron modificaciones en la dedicatoria del libro en varias de esas reediciones-reescrituras. Quiero que usted, en las próximas cinco horas, estudie en profundidad las siete dedicatorias de que disponemos (y las cuatro autotraduciones) y me ofrezca un resultado, una explicación, una disección psicológica, una respuesta que apacigüe mi sed de elucubración. Dixit.

Mr.Thriller» 

Me cago en los psiquiatras que no aciertan en sus diagnósticos, recuerdo que pensé tras leer el sobre. Miré a mi alrededor y comprobé la imposibilidad de la escapada. Primero, porque yo nunca había escapado de nada ni de nadie; segundo, la habitación tenía una única puerta, y esta parecía acorazada con un contrachapado de tungsteno. Volví a leer el contenido del sobre. En suma, lo único que se me pedía era un breve ensayo, un estrujamiento de cerebro tirando a fácil -calculé. Había en mí, además, cierto gusanillo académico, una especie de pequeña alegría de vivir y estudiar que, de pronto, me hizo amable la propuesta a pesar de haber sido traído por la fuerza y haber sido esclavizado sin piedad, sin abogado, ni réplica, por un fan monádico.

Escribe, entonces, si tal es tu destino y la argiva nave todavía se encuentra a la deriva. 

El agon, pues. 

¿Quién era Joan Arbó y por qué había caído en el temible bucle eterno de la reescritura de lo mismo? Se trataba de un problema que yo conocía bien y había experimentado frecuentemente en mis fogosas y fraudulentas noches de escritura: la neurosis más negra. Pero Arbó no sólo reescribía para el silencio de su cuartel, sino que a lo largo de su vida republicaba una y otra vez cada una de esas intempestivas y cada vez más dilatadas en el tiempo reescrituras, tal y como pude comprobar en las siete láminas que correspondían a las siete dedicatorias de la edición catalana. Lo más raro, cierto, las modificaciones en la dedicatoria, aquella parte del libro que presumiblemente es incorruptible (por decoro y elegancia). Eso es lo que analizaremos. ¿Cuánto podemos saber desde una simple dedicatoria? ¿Hasta donde se puede llegar a partir de la más pequeña nada? ¿Se puede satisfacer a un fan y a lo que reclama?

II

Terres de l’Ebre fue concebida a los dieciocho años, cuando Joan Arbó todavía vivía en su ciudad natal, Amposta, lugar proverbialmente conocido por el viento y la locura que este genera en sus habitantes (He visto en Amposta a ciertas personas dándose cabezazos histéricos contra el volante de su propio coche). Arbó empezó a trabajar como oficinista desde los doce años. En los entretiempos de su tarea acostumbraba a planear tramas y textos que luego, en casa, redactaba. Tal y como relata en el prólogo a la primera edición de Terres de l’Ebre (Catalònia, 1932), a los dieciocho años concibió la obra como relato y «más adelante y en un momento dado, me entró de nuevo la fiebre de la novela…». Desde la primera concepción hasta su publicación final se suceden borradores, modificaciones, cambios de rumbo, súbitos abandonos, «largas temporadas de reposo en las que, la falta de tiempo o la salud, no me dejaban tranquilo ni me permitían trabajar por las noches (hacerlo implicaba no dormir)». La escritura fue un proceso lento y lagunoso. Hay muchos motivos que justifican la demora entre el año de concepción de Terres de l’Ebre (1920) y el año de su publicación (1932). En el mismo prólogo aclaratorio a la primera edición, Arbó dice: «mis ideas eran confusas y de una inconsistencia absoluta. Lo que escribía un día, al siguiente me parecía despreciable». También dice que en ese tiempo leyó con avidez a autores internacionales que modificaron una y otra vez sus opiniones sobre literatura: su voz estaba formándose y eso dificultaba la estabilidad requerida para la confección de una novela (cita en particular, como texto de referencia para su formación, L’esperit de la litterature moderne, de Bergè). Por otro lado, también se planteaba el problema de la publicación, otra demora añadida que iba a dar rienda suelta a la constante voluntad de modificación de Arbó.

Quien lea Terres de l’Ebre encontrará la prosa poderosa de quien ha conseguido transferirse en ella. Si nos fijamos en el argumento del libro encontraremos una primera hipótesis, aunque vaga, sobre la que empezar la investigación. Joan y Joanet, padre e hijo, son los personajes principales que vertebran la obra. Representan el arquetipo de la incomunicaciión. Joan, oscurecido y avinagrado por la muerte prematura de su mujer; Joanet, sometido a la dura disposición de padre. La relación entre el padre y el hijo, en efecto, es tirante, áspera: llevan una vida de trabajo y miseria en el campo, y si hay amor, este amor no es comunicable. Pensemos, pues, este motivo arquetípico como un motivo autobiográfico -creemos la ficción de una ficción en nuestra mente- para ver que la indecisión constante en Arbó y sus dificultades para dar concluida la obra tuvieran su origen en la doble figura de un padre autoritario real que generó miedo al rechazo o al castigo, y un crecimiento crónico de ese miedo debido a la internalización de una visión del mundo sobreprotectora por parte de la madre. En consecuencia, neurosis. Busquemos un fundamento de esta visión psicoanalítica en la dedicatoria:

A LA MEVA MARE

- la mà i la mirada sobre la meva vida d’ombres- l’únic que ha restat inalterable al llarg del camí- dedico aquest llibre, des de la puresa dels meus divuit anys, quan fou concebut.

Th.W. Adorno opinaba que, con el guion, el pensamiento tomaba consciencia de su carácter fragmentario, «no por casualidad este signo se descuida precisamente cuando cumple su fin: cuando separa lo que finge conexión, en la era de la progresiva decadencia del lenguaje». En la dedicatoria de la primera edición se encadenan tres guiones que separan dos cláusulas del contenido central del texto. La primera cláusula es «-la mano y la mirada sobre mi vida de sombras-». La segunda «-lo único que ha permanecido inalterable a lo largo del camino-». La madre como fuente de consuelo y protección, y la madre como objeto inmutable. El propio guion señala la importancia de ambas cláusulas. Como dice Adorno, si el guión separa lo que finge conexión, aquí ambas cláusulas deben tomarse como claves cerradas, exteriores a la propia dedicatoria («dedico este libro…»). La primera cláusula tiene una destacada vocación poética: es la parte de la dedicatoria que se acerca sin miedo hasta el affeto, el afecto, el acento humano del lenguaje. La mano, su concavidad receptora, y la mirada que se adivina despojada de doblez en su signo maternalmente amoroso colocada sobre «mi vida de sombras», y pienso aquí otra vez en el padre que nos hemos prefigurado. En la segunda cláusula, la madre queda «inalterable a lo largo del camino» como una efigie, el ídolo último. La pregunta es si, una vez recorrido el camino, alguien puede ascender de nuevo hasta esa imagen inicial, petrificada en el tiempo y en la idealizada fantasía, y si el mero intento, por su ambición, es la causa de su fracaso. 

Las dedicatorias a los libros ascienden por el largo recorrido de la historia y nos dicen que al principio, en la lejana Roma Imperial, se dedicaban los libros principalmente a los benefactores económicos de la obra. La gravitación  hacia una dedicatoria a la madre sólo aparece y se populariza mucho después, pasados los siglos y endurecido el substrato del romanticismo. Con la dedicatoria a la madre se le ofrenda una obra propia, la del hijo, casi como penitencia por el haber sido engendrado, Quid pro quo. 

Así iba tejiéndose la investigación cuando saltó en la pantalla una llamada entrante por videoconferencia. Descolgué. Sentado en un sillón de orejas, un hombre en la sombra. Nota, pincelada atmosférica: remojaba la mano en el interior de un voluminoso acuario y modificaba con ella el rumbo de un cardumen de peces negros.

- ¿Cómo va el estudio?

- ¿Es usted Mr.Thriller?

- No me gustaría que llegáramos a desenmascararnos, amigo. Yo soy un ávido lector de usted a secas, y como tal le hablo: ¿cómo va el estudio?

- El estudio avanza.

- ¿Hacia su conclusión avanza el estudio?

- Supongo que de alguna manera hacia su conclusión avanza el estudio.

- Eso me gusta: diligencia, concisión y capacidad de finalización. Le quedan tres horas.

Colgó.

Capacidad de finalización. Rumié esos términos en mi boca. Las paredes desnudas creaban un siniestro eco cuando hablaba para mí mismo. Volví a sumergirme en el texto de la dedicatoria. Del cuerpo central, nos fijamos en pureza. Cuando estudiamos la puntuación y la elección de las palabras comprobamos si la voluntad subjetiva del escritor ha roto brutalmente la regla, o si el sentimiento ponderado la piensa cuidadosamente y la hace vibrar en suspenso. Pureza vibra en suspenso, central en la dedicatoria. Es una pureza propia y ajena: el recuerdo de la propia pureza antañona, y la pureza inmaculada e intocable de la madre para el hijo, que es solo una idea abstracta, una fantasía. El manejo intenso de pares de opuestos que observamos en la dedicatoria y en el corpus de la obra (pureza - suciedad /  bien - mal) puede ser otro síntoma que explicaría el sucesivo corregir y reescribir para-no-acabar-nunca de la novela. Quien piensa en pares de opuestos absolutos puede toparse con el pensamiento de lo puro, y encontrarlo tan perfecto en su idea mental que resulte materialmente imposible alcanzarlo. El anhelo conduce hacia él, pero la idea perfecta que proyectamos lo aleja de nosotros. Cuando se tiende hacia lo imposible, nada puede ser definitivamente acabado.

III

En las tres primeras ediciones de Terres de l’Ebre la dedicatoria sufre tres cambios trascendentales. La edición de 1932 y su reimpresión de 1936 con motivo del premio Fastenrath, incluyen la dedicatoria que hemos empezado a analizar. Pero en la edición de 1940 (Miracle), hay importantes supresiones: Se elimina «d’ombres- l’únic que ha restat inalterable al llarg del camí». Tanto la reminiscencia a la parte oscura de la vida, como la mención idolátrica, desaparecen en lo que sólo podría interpretarse como una maduración, acaso una puesta en perspectiva de la propia vida cerca de los cuarenta desde una óptica menos romántica y más práctica. Si la sombra es el padre, la sombra se retira igual que su fuerza contraria, el ídolo que la mantiene a raya. O bien, puede entenderse de forma opuesta: lo que desaparece es sólo un contenido que pasa a ser reprimido, y por lo tanto, que sigue actuando, pero desde la sombra. 

Mientras escribía me di cuenta de que la particularidad de la circunstancia había dado rienda suelta a la elucubración, pero fue al topar con la tercera edición (1947, Janés) fue cuando atisbé el misterio, el centro del problema. En esta edición la dedicatoria se suprime por completo. Volverá a aparecer de nuevo en 1955 (Selecta), idéntica a la de 1940, y también se conservará en la edición canónica de Edicións 62 en 1966 (Obra catalana completa. Les novel.les de l’Ebre) y posteriores. Y eso me lleva a pensar más en la represión que en la maduración.

Tenemos, pues, una abigarrada dedicatoria inicial que adelgaza hasta desaparecer para volver, luego, en su forma aligerada. Uno lo piensa muchas veces: todos los libros son moradas de Osiris. Ya habían pasado cuatro horas y sólo me quedaba una para entregar el trabajito. Al marcar el reloj el cambio de hora volvió aparecer una llamada por videoconferencia:

- ¿Estamos cerca de la conclusión?

- Depende de la profundidad que usted requiera.

- Quiero la máxima profundidad.

- La máxima profundidad también puede ser en cierta medida la disparatada profundidad.

- Ofréceme, pues, un taste de tu sinrazón.

Hay que explicar esa desaparición de la dedicatoria. Sin claridad al respecto, el estudio no se sostendrá, empecé a pensar con cierta inquietud. Hay que acabar con esto. -Quedaban 50 minutos-. 

Tenemos, pues, visto con perspectiva, la figura estructural de una V exacta: la primera edición tiene la dedicatoria más extensa, descendemos por ese grosor hacia la nada, el vacío del vértice, para volver a ascender más adelgazados por el segundo palo, más fino, de la V. Aquí se plantea la duda: ¿Arbó sabía de antemano que iba a reescribir y reeditar la novela varias veces y creó incluso un secreto hermético en la dedicatoria?, Eso fue lo que pensé cuando quedaban 40 minutos.

Nota / Post it: Podría decirse que en la primera versión el autor sabe que el libro tendrá sucesivas reescrituras si nos fijamos en la última palabra de las dedicatorias: concebido, y si tomamos como válido el juego de palabras que se da con este verbo. Además de «formar una idea o un designio en la mente», su primera acepción en la RAE para concebir es «Dicho de una hembra: empezar a tener un hijo en su útero», idea que sugiere el inicio de un proceso, no de un acto consumado. Se concibe, pues, lo que habrá de evolucionar necesariamente. Hay en todo ello, en el hecho abstracto de dedicar una creación a la propia madre, que conduce a la noción de redención, de cierre. Tú me generaste y yo he generado -por lo menos un libro- bajo tu amparo. 

30 minutos.

¿Qué pasa con el vacío de la tercera edición y por qué ocupa esa posición? El adelgazamiento de la dedicatoria lo tomamos como un descenso. La experiencia de la forma sin contenido siempre es el índice de un contenido reprimido, y cuanto más se adhiere uno a la forma vacía, más traumático es el contenido que se reprime. El vacío que se presenta en la tercera edición de Terres de l’Ebre, para el estudioso de las sucesivas ediciones (yo, al parecer, y pocos más), es un vacío cuya expresividad se cimenta en su propio acto de enunciación. ¿Hubo un distanciamiento de la madre y un posterior restablecimiento de las relaciones? ¿Puede interpretarse la supresión de esa dedicatoria -y todo lo que conlleva que sea a la madre- como el reconocimiento último de la propia melancolía? Melancolía y pulsión. Dice Zizek: «la melancolía es el correlato de lo que Bernard Baas llama el deseo puro, un deseo que no es deseo de nada concreto, de un objeto definido, sino un deseo de la propia falta». Con lo cual la acción nunca puede llegar a ser conclusiva y plena. ¿Es ese vacío el anuncio de una depresión, el núcleo duro inaccesible que la constituye y desordena el orden simbólico de quien la sufre? O, quizá, más simple: ¿estamos tan sólo ante un descuido del propio impresor, quien olvidó colocar la dedicatoria en una tarde canicular, cosa que derrumbaría este sisifolítico edificio mental?

20 minutos.

Nota / Post it: Tercera edición de siete ediciones. Números clave. En la treintena, muerte y resurrección de cristo. El símbolo del héroe renacido. Siete: número redondo de lo espiritual. Cuatro (por las autotraducciones): disposición hacia el orden, los valores tradicionales. Hay rigidez en el 4. Nosotros interpretamos lealtad hacia el Estado Español, pero ninguna emoción hacia sus símbolos.

10 minutos.

La coma, no hemos observado la coma. ¡Sólo ahora me doy cuenta de tan crucial detalle! En la primera edición hay una coma que luego desaparece: «dedico aquest llibre, des de la puresa…». Esa pausa, toma de aliento que aumenta la fuerza de pureza. Todo esto refuerza lo dicho anteriormente… la coma apareció por primera vez en el siglo VIII… 

¡Y hay, ahora lo veo, algún apóstrofe! ¡Inventado una fría mañana de enero de 1521 por Sylvius! «Apostrophon enim Graecorum more ultimae consonanti saepissime appingimus…» ¡y todo lo que eso conlleva!

Videollamada.

- Se le ha agotado el tiempo: entregue el trabajo.

- ¡No! ¡Todavía no he terminado!

- La investigación ha concluido.

- ¡No ha concluido la investigación! ¡Muchos e insondables senderos se han abierto!

- Ha concluido.

- ¡No me haga esto!

Las luces de la sala se apagaron, y con ellas la pantalla del ordenador y mi texto. Me vi en la negrura.

Nota mental: Texto justificado: todas las dedicatorias justifican el texto, ¿es eso a propósito? La extraordinaria simetría maníaca entre el espacio derecho y el espacio izquierdo. Face to face. 

 sentido último de lo estatuario.

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